La Tuerka Studio

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Creo que el oficio de actor no se puede enseñar, solo se puede aprender. Seria maravillosos que existiera un método que nos garantizara no salir mal parados cuando nos enfrentamos a una cámara o a un publico, pero no es así, no existe, no en mi opinión. Intentar sintetizar en un método todos los matices, toda la inmensidad de la interpretación, de la experiencia humana, y que ese método sea apto para todos los actores y actrices es como intentar meter el océano en un simple vaso. Por supuesto que existen métodos de interpretación tremendamente útiles e interesantes, pero insuficientes. La forma en la que nos comunicamos está en constante evolución y los corsés a los que nos someten estos métodos nos impiden evolucionar junto a ella.

 

El actor debe trabajar, probar, equivocarse. Parafraseando a David Mamet: “existen dos tipos de actores, los que elaboran y estudian complicadas teorías de interpretación y los que trabajan. Analizar nuestro trabajo, el viejo sistema de ensayo y error, es lo que “afinará” nuestra técnica. Ese es el sistema con el que trabajo en La Tuerka Studio, un sistema practico, en el que la teoría dimana del trabajo.

 

Mi cometido como conductor de este estudio de interpretación es ayudar a nuestros actores a conocer y controlar sus herramientas interpretativas, a avanzar en su autoconocimiento y en prepararlos para desenvolver su oficio de manera profesional.

 

En la Tuerka Estudio intentamos abarcar todas las áreas que consideramos imprescindibles para la formación del actor: clases de interpretación, asesoramiento laboral, imagen de marca, edición de foto y video, servicios web… etc. Nuestro propósito es que nuestros alumnos salgan lo mejor preparados posible para este difícil pero hermoso trabajo y que disfruten en el proceso.

 

Bienvenidos a La Tuerka Studio

No lo llaméis arte…

Es justo decir que los toros son parte de nuestra cultura. Una parte que a muchos no nos gusta pero una parte de ella al fin y al cabo. Siempre que entandamos la cultura como un espacio común de hábitos y costumbres compartidos por una sociedad podríamos incluir la llamada “fiesta nacional” dentro de ella. Eso no admite discusión. Claro que, ateniéndonos a la misma definición, la ablación del clítoris pertenece también a la cultura de al menos 20 países. ¿Significa esto que cualquier acto, siempre que este sea una costumbre arraigada en la cultura de un pueblo, queda automáticamente legitimado? Obviamente, no.

Hasta hace poco, una parte de nuestra cultura patria, consistía en arrojar una cabra desde el campanario del pueblo. Tan entrañable tradición fue prohibida por entenderse como maltrato animal (estos defensores de los animales, siempre tocando los huevos ¿verdad?). Lo cierto es que los partidarios del vuelo del pobre animal no tenían otro argumento para defender aquella centenaria gañanada que el “llevamos mas de 200 años haciéndolo”. Bueno pues finalmente tuvieron que joderse, la ley entendió que entregar un animal a una caída libre de 20 metros para la diversión de un puñado de marulos era un uso o costumbre de la que podíamos prescindir.

Pero, hete aquí, que resulta que el toreo es distinto. El toreo es “arte”. Una de mis definiciones preferidas, por su hermosa simplicidad, del arte es: “El arte es la comunicación que encuentra la belleza como medio de transmisión”. Cualquier disciplina artística encaja a la perfección en este sencillo enunciado, la pintura, la música, el cine, la escultura, la danza, la arquitectura…cualquiera. Oh, wait… el toreo, no. El toreo no comunica absolutamente nada ¿o si? ¿se me esta pasando algo por alto? No, creo que no. La tauromaquia es una tortura sádica y cruel disfrazada de arte para legitimarse. Solamente disfrazada. Despojadla de toda la liturgia, de los trajes de luces, del falso valor del torero, de los caballos… ¿qué os queda? Un animal sufriendo en la arena para diversión de la multitud.

Si os empeñáis en meter a Manolete, o a cualquier otro torero, en el mismo grupo que a Mozart, Picasso, Paul Newman, Gaudí, Bob Dylan o, incluso, en el de Cañita Brava, son vuestros cojones los que tendrían que ser cortados y expuestos como trofeo para que todos pudiésemos admirar su gran tamaño. El arte es otra cosa. No os escondáis detrás de ella, no la insultéis.

El toreo no es arte, es tortura. El torero no es un artista, es un torturador.

Si disfrutáis haciendo sufrir y sangrar a un animal hasta la muerte, entre vítores, aplausos y gritos de “olé” por lo menos tened la decencia de reconoceros como lo que sois: unos sádicos. Pero, por favor, no os llaméis artistas

Nunca trabajes ni con perros ni con niños…

  Este entrañable enunciado, muy conocido entre los actores, fue aún más popular cuando  Alfred Hitchcock lo redondeó apostillando: «ni con niños, ni con perros, ni con Charles Laughton».  Trabajando con tamañas compañías tendrías suerte si, al acabar la película, alguien se hubiera dado cuenta de que tu también salías en ella. 
Acabo de ver los primeros 150 segundos del Teaser de «Café Ítaca» y tengo ante mi, encarnada en la persona de Axel Fernández,una visión clara y diáfana de lo que mi colega Alfred quería decir. En la escena que abre el teaser, su personaje, Manuel, lleva todo el peso. Cualquier actor sentiría sobre sus hombros el peso de una escena tan «real» como la que ha tenido que hacer Axel. Él, sin embargo, lo lleva de una forma tan liviana que casi resulta ofensivo para este sorprendido actor convertido en maravillado espectador. Ha sido cojonudo trabajar con él

Creo que voy a escribir algo para un perro…